esa otra que soy yoesa otra que soy yo

19/8/11

vergüenza [mis cosas]

Vergüenza. Vergüenza debería darles a todos los que se santiguan, pagan su mochilita para ver al Papa y no hacen nunca nada más. Nunca. Ni ir a misa los domingos. Ni rezar cada noche por las cuatro esquinitas de su cama y los cuatro angelitos que las guardan. Ni mucho menos pensar en el que no tiene ni cama, ni una puta esquina donde caerse muerto... ¿Para qué pensar en ellos? Si ya reza mi iglesia por la salvación de sus almas...

Vergüenza. Vergüenza deberían sentir los dirigentes de un país que se define en su Constitución como aconfesional cuando reiteradamente comulgan con ruedas de molino, agachan la cabeza y dicen sí a unas creencias y no a otras. Cuando no sólo hacen un mal uso de mis impuestos, sino que abren sus puertas y su sonrisa a quienes han silenciado CRÍMENES tan deplorables como la pederastia.

Vergüenza. Vergüenza deberían sentir los que lucharon por vestir un uniforme para defender a su pueblo y ahora acallan las voces discordantes respondiendo con golpes a las palabras.

Vergüenza. Vergüenza deberían sentir los líderes espirituales de la ignorancia, que arengan desde Mercedes blindados, vestidos con casullas bordadas con hilo de oro, a quienes sólo pueden creer que echando en un cestillo los 5 céntimos que no les sobran de su pensión de jubilados salvarán sus pobres almas, o a quienes sólo obtienen más miseria, enfermedad y muerte, a cambio de seguir a un Dios que, según les dicen, está a favor de la vida. Y en contra de los anticonceptivos y el progreso, de paso.

Vergüenza. Vergüenza deberían sentir todos los que de una forma u otra han prostituido la religión, han comerciado con la fe de los hombres, han convertido algo intimo, privado, atávico del ser humano, en algo tan público que parece un circo. El de los horrores. En algo que hace tiempo que nada tiene que ver con Dios ni con los valores que tanto promulgan. En algo tan inmoral que no soporto más sermones, más clases de moral, más discursos sobre ética en boca de quien no la tiene. Y mucho menos con mi dinero. Y mucho menos en mi nombre.

1/8/11

frenando [viajes / mis cosas]

A la carrera. Así vas todo el año corriendo para intentar que el tiempo no te pille; que en 24 horas quepa lo que no cabe en un día. Y corriendo llegas a un lugar donde no hay prisa; donde el mundo se detiene para que tú lo observes; donde todo es distinto a tu realidad cotidiana. Y a tu cuerpo acelerado le cuesta frenar. Tu mirada va de un lugar a otro, inquieta, expectante, fascinada, ávida por captarlo todo. Y aquí la vida fluye con otro ritmo. Y sabes que te adaptarás a él porque ya lo has hecho otras veces antes, pero tienes que ir frenando poco a poco, irte desprendiendo lentamente de todo lo que has arrastrado desde tu primer mundo hasta éste. Hasta que te conviertas por fin en la versión simplificada de ti misma. La verdadera, si es que de verdad existe. Desnuda de todo lo que te sobra.