esa otra que soy yoesa otra que soy yo

31/8/12

baile de máscaras [mis cosas]

En el fondo te haces muchas preguntas. Sientes vértigo. Y miedo. No a algo concreto. Es un miedo intangible, pero que se agarra a las entrañas y a veces hace que cueste incluso respirar. Sientes miedo al paso del tiempo, a no conseguir ser feliz, a perder lo que quieres, a ver sufrir a la gente que te importa, incluso a la que no. Sientes miedo a no poder cambiar lo que crees injusto. Sientes miedo de ti misma.

Sólo los necios son capaces de ser completamente felices sin sentir ese miedo, ese vértigo, ese saber que cada día más es también un día menos. Sólo los cobardes pasan por la vida sin dejarse devorar por esas ganas, esa necesidad de aprovechar al máximo cada momento, de intentar vivir todo con los cinco sentidos, de poner el alma en cada cosa que haces... Aunque tu alma cada vez esté más rota y tú más cansada.

Vivir con todo eso dentro y no saber cómo expresarlo acaba haciendo que no lo hagas, que lo escondas, que vivas constantemente disfrazada, en un eterno baile de máscaras. Nadie te ve desnuda por más que muestres tu piel sin escrúpulos. Nadie sabe que tras tus bailes y tu risa, algunas noches de invierno, te rompes por dentro en silencio.

Mi máscara se llama ironía. ¿Y la tuya? ¿Cuándo las dejamos caer?

16/8/12

metáforas rotas [poemas]

Somos un canto de sirena,
somos los sueños que nos quedan por perder,
somos otra vela a la esperanza,
otro pulso a la paciencia,
las promesas por romper.

La muesca en la pared del prisionero,
la última bala en la recámara,
el grito al borde del abismo;
somos buscadores de pasiones,
lo que queda tras la furia y la rabia.

El valor de los locos,
la demencia de los cuerdos,
la boca callada,
los ojos cerrados,
los puños apretados;
somos todo lo que dejamos de decir.

El símil de lo imposible,
los manojos de ojalás,
las palabras sin oficio;
somos, tan solo somos, este miedo a no ser más.

6/8/12

postales de vietnam [viajes]

Llegué a Vietnam con una imagen grabada en la retina. Quizá la que muchos evoquemos cuando oímos Vietnam. El horror dibuja con tinta indeleble en la memoria. Y esa imagen que traía conmigo, el miedo reflejado en los ojos de una niña que corre desnuda huyendo de los bombardeos con Napalm, es la representación misma del horror.

Con esa mochila llegué a un país que me sonaba a guerra y a películas lejanas. Y me encontré, como suele suceder cuando se viaja con más ganas de aprender que expectativas, con una experiencia irrepetible. He esquivado motos en el bullicio de Hanoi _16 millones de motos en Vietnam según las últimas estadísticas_, me he perdido entre el olor y el ajetreo de sus mercados, me he sentido diminuta en la inmensidad de los campos de arroz de la zona rural, he compartido techo y mesa con una familia vietnamita...

Cuando todavía me queda por conocer la bahía de Ha Long y con entradas en el bolsillo para el teatro de marionetas de agua esta noche, llevo ya grabadas tantas sensaciones y tan intensas, tantas instantáneas de un Vietnam verde y vivo, que aquella del horror y la guerra ha quedado, por suerte, sepultada. Ojalá no tuviésemos que crear nunca nuevos recuerdos para enterrar los horrores de la historia.