Que ya no nos devuelven sombras feroces los espejos;
ya no somos jóvenes y bellos,
y no temblamos de miedo,
cuando una mirada tímida nos desnuda en silencio.
Que ahora pisamos a fondo con rabia,
que ahora conducimos nosotros,
sin saber la dirección,
pero sabiendo lo que queremos.
Y es tan amargo el sabor de los sueños no cumplidos,
tan insípida la paciencia,
tan tristes las derrotas asumidas por el tedio.
Y sacas, pese a todo, cada día la fortaleza,
buscas causas más allá de tu ombligo,
e inventas nuevos retos que acallen lo que grita el silencio.
Pero cuesta siempre un poco más;
pesan demasiado los días,
los errores,
las deserciones,
los hasta cuándo,
los recuerdos...
Saca la pintura de guerra,
descorcha otra noche de besos sin nombre,
vamos a borrarles las arrugas a los espejos.