Es real. Huele a libro. Tiene el tacto de un libro. Se siente como un libro. Es mi libro. «A pesar de la lluvia» se quedó en un cajón en 2017, justo después de dar por cerrada la selección de fotografías y poemas que lo compondrían. Adopté un hijo, después un segundo, perdí a mi padre. Y sobre todo, tuve miedo. De mostrarme demasiado. De no ser suficiente. Dejé de pensar en ello. Cerré el cajón.
Y llegó una pandemia mundial. Y quizá porque el miedo se hizo tan grande, mis miedos me parecieron pequeños. Me sorprendí a mí misma explicando en la imprenta cómo quería exactamente que fuese, y respondiendo sin dudar a cada decisión de diseño que había que tomar. Y un libro es un montón de decisiones.
Y de pronto, un día tenía una caja llena de libros, de mis libros, en las manos y no me atrevía a abrirla. Corrí por el pasillo, salté, volví a correr, y finalmente, me detuve frente a ella y me asomé como quien se asoma a un abismo. Pero no caí.
Cada detalle imaginado, cada decisión tomada, estaban allí, eran reales. Lloré, reí, dejé el libro sobre una mesa y me alejé de nuevo, pasillo arriba, pasillo abajo. Volvió el miedo. A mostrarme demasiado. A no ser suficiente. Pero ya no pude dejar de pensar en ello. Ya no quiero dejar de pensar en ello. La caja de Pandora está abierta. Espero que os emocione tanto como a mí.
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