30/1/11
si no hubiese un contigo [poemas]
saborearemos juntos la rutina,
justo antes de romperla
inventando cada noche una historia nueva
entre las sábanas,
en la cocina,
en la bañera.
En cualquier rincón que nos recuerde
que estamos solos y a salvo,
que hasta aquí no llega la tormenta,
que el mundo se duele a veces,
que caen países,
que estallan guerras,
que se pierden a veces los amigos,
que se mueren los seres queridos,
que la vida siempre aprieta un poco más,
que sería insoportable si no hubiese un contigo.
27/1/11
liberación [ficciones]
26/1/11
días que se agotan [poemas]
entre facturas y cafeteras.
Maquillaje para maquillar ojeras;
agua caliente para calentar conciencias.
Días que se agotan
sin tiempo para ser sentidos.
Prisas vestidas de traje y corbata;
tacones resonando con fuerza contra la acera.
Días que se agotan
cargados de problemas de primer mundo;
que se agotan y me agotan,
que me hacen olvidar mi esencia.
Y de pronto tu mano en mi cadera,
bajando suavemente entre mis piernas,
tus palabras prometiendo besos;
tu paz en medio de mi guerra.
Se agota el día y yo me agoto en tu esencia.
Y llega de pronto el equilibrio.
Se nivela mi balanza. Cesa la tormenta.
14/1/11
mi espejo [poemas]
por esos labios que me susurran palabras prohibidas,
por todo lo que ves cuando me miras,
por lo que me dices, y por lo que callas,
aunque me lo cuenten tus pupilas.
Porque tus manos encuentran siempre
el camino a mi deseo;
porque sabes encontrar en la oscuridad
el límite de mi cuerpo.
Porque siempre me reflejas
más de lo que cuenta mi espejo;
porque siempre me devuelves
mucho más de lo que entrego.
No te amo sólo por lo que eres y por lo que no;
te amo por lo que provocas que sea yo.
9/1/11
mis treinta [mis cosas]
Éste es el año. Ha comenzado la cuenta atrás. Por más que intentes aplicar aquello de que las cosas tienen la importancia que les das, la sientes. La presión. Esa que imponen las convenciones establecidas. La que marca la mirada de tu madre cuando te ve, tras otro fin de semana desaparecida. La que te lanzan con sus indirectas los que ya llegaron a ese punto donde tú no quieres llegar aún, cuando te maquillas de nuevo para salir de fiesta. La que te recuerda tu nevera cargada de cervezas, bombones con licor y yogures caducados. La presión que vive latente en tu propio interior, ese reloj que intentas ignorar pero que martillea con su tic-tac insistentemente en tu cabeza, en tu vientre...
El futuro llamando a tu puerta. Y tú bailando tu último tango en París, quemando tus últimos cartuchos, viviendo con los pies a dos palmos del suelo, con la cabeza llena de pájaros y el alma llena de recuerdos... Éste es el año. Comienza una nueva década. La de sentar la cabeza. Toda esa presión te lo recuerda. Pero ya has vivido esto antes. Puedes seguir ignorando la presión un poco más, aunque te pillen tus treinta...
1/1/11
medianoche [ficciones]
Tan pronto como la enfermera aparcó en un rincón su silla de ruedas y la dejó sola, el frío del silencio la rodeó y la sensación de vértigo, de estar en el sitio equivocado, se hizo más patente. Más dolorosa. A pesar de los calmantes que le habían inyectado en la ambulancia, un intenso dolor le recorría la espalda, tenía las piernas adormiladas, y el collarín que le habían colocado le molestaba en el cuello. En su mente, se acercaba a aquella curva una y otra vez. Y una y otra vez perdía el control de su moto... La estaban esperando... Aquello no podía estar pasando.
De pronto, el sonido del televisor la hizo reaccionar. Un enfermero, divertido, ajeno a lo que sucedía en aquella sala de espera, subía el volumen del aparato, haciendo caso omiso del cartel que rezaba justo debajo ‘silencio’. La hora estaba llegando. Ella sabía que era sólo una noche más, que tendrían mucho que celebrar a partir de entonces. Sabía que había tenido suerte. Sabía que no tenía que llorar… Pero faltaban sólo dos minutos y estaba allí, sola, perdida en ese angustioso silencio que ni el histriónico sonido del televisor conseguía disipar… Un minuto… Tan cerca y tan lejos de casa…
Cuando llegó a la sala de espera, estaba casi vacía. Recorrió con su mirada las caras que se volvieron perezosas hacia él. Su mirada se iluminó cuando se encontró con la de ella.
Mientras se besaban, a ella el collarín le seguía haciendo daño en el cuello, tenía las piernas adormiladas, y un intenso dolor le recorría la espalda. Pero él estaba allí. Cuando la aguja del reloj señaló la medianoche, entraron juntos en el nuevo año. Y todo lo demás, dejó de tener importancia.