RAINLAGATHAT
Estás de nuevo sentado en tu choza, remendando con fuerza el cuero de las que serán tus botas nuevas.
Equivocarse.
Jurar no volver a beber tras cada resaca.
Levantarse de nuevo tras cada caída.
Disculparse una vez más tras volver a meter la pata.
Ahogarse en la culpa un momento
para en el momento siguiente no hacer nada;
torturase con lo dicho y lo que hubo que haber dicho,
y repetir una y otra vez en sueños cada palabra.
Equivocarse. Y no aprender.
Y seguir viviendo con todo eso a tus espaldas.
Mejor, mejor así...
Por oír en medio de la borrachera tu risa a carcajadas.
Por ver, antes de caer, la cima de la montaña.
Por intentar pasarlo bien, por si no existe un mañana.
Hay personas que saben tocar; personas que delante de una partitura logran interpretar con perfección técnica cada una de las notas por muy rápido que sea el tempo. Pero hay personas que escuchan la música y la sienten. Esas personas, con un instrumento en sus manos, consiguen hacer de la música magia.
Esta mañana, de camino al trabajo, la palabra magnitud ha cobrado un nuevo significado, una nueva dimensión, en mi mente.
Cuando me dijeron que hoy lunes se publicaría la noticia en el periódico, imaginé algo pequeño, una columnilla escondida en cualquier rincón. Ni mucho menos me imaginaba que mi compañera de premio, Estibaliz Madrazo _ganadora de la categoría de Relato Corto_ y yo, ibamos a compartir portada con Rafa Nadal. Y menos aún que nuestra obra iba a aparecer a todo color y a doble página en el centro justo del periódico...
De nuevo el término magnitud se ha escrito en mi mente a media mañana, al escuchar la voz emocionada de mi madre al otro lado del teléfono tras leer a su hija en el periódico.
Ya por la tarde, el email de un compañero de trabajo me hacía de nuevo pensar en la dichosa palabra, cuando me hacía saber que en la residencia de ancianos en la que trabaja su mujer se había leído para ellos mi poema.
Al salir del trabajo, cuando ya pensé que todo el mundo que me iba a decir algo sobre el concurso ya lo había hecho, el portero del edificio donde trabajo (y que por cierto una vez me dió, por raro que parezca, un tacón que había perdido), me abría amablemente la puerta, mientras me reconocía como la poetisa que le tenía que firmar un periódico...
Ha sido un certamen pequeño, pero para mi se ha revelado de una magnitud enorme...
Cuando tenía 15 años escribí mi primer poema. Ahora tengo 26 y de vez en cuando algo dentro de mi se remueve y me impulsa a escribir, como entonces, sin saber muy bien por qué ni para qué. Escribo. Eso es todo. No para que alguien lo lea. No para que alguien lo entienda.
Desde esta ventana al mundo, voy mostrando pequeñas muestras de lo que escribo. Es fácil hacerlo escondida tras esta pantalla. Pero el otro día, de camino al trabajo, leí en el periódico un anuncio sobre un concurso de poesía y relato corto, organizado por FNAC y ADN y, quizá impulsada por esa otra, pensé ¿por qué no?.
Recuerdo de un tiempo pasado feliz. Añoranza de una vida contemplativa, sin tantos problemas. Antibelicismo. Poesía cercana y de mujer. Naif. Son las pocas palabras que mis nervios durante la entrega de premios me han permitido recordar, acerca de lo que para el jurado (Sergio Oiarzabal _Premio Nacional de Poesía_, Jon Kortazar _escritor y Catedrático de Literatura Vasca_, Ángel Antruejo _director de Fnac Bilbao_ y Txabi Segovia _Coordinador de ADN Bilbao_) evoca la inocencia perdida, el poema con el que he ganado el concurso.
Ha sido un certamen pequeño (esperemos, como dijo Sergio Oiarzabal durante la ceremonia de entrega de premios, que sea el germen de un premio grande aquí en Bilbao), pero la alegría, la emoción, la plenitud, que sentí al oir mi nombre no se puede expresar con palabras. Escribo para mi y me da hasta vergüenza que otros puedan leer algo que para mi es muy íntimo, pero en ese momento todo eso dejó de ser verdad y me enorgullecí de que a alguien un poema mio le hubiese parecido digno de ganar un concurso.
...se llama asun, como yo; pero mientras una trabaja como consultora informática, intenta hacer deporte dos veces por semana y se ocupa de todas esas cosas serias y aburridas de la vida diaria, la otra, esa otra que soy yo, escribe, lee, viaja, captura la vida con su cámara, juega, sueña, siempre remolonea un poco más en la cama por las mañanas y decide hacer un blog como éste...