Llevaba tiempo queriendo escribir esta entrada pero entre una cosa y otra no había encontrado el momento, así que, ahora que tengo un rato, voy a contar mi experiencia como fotografa en la BBC (Bodas, Bautizos y Comuniones).
Todo empezó cuando unos amigos se acercaron risueños e inocentes, tras contarme que se casaban, para pedirme que fuese el fotógrafo de su boda. En ese momento, mi cuerpo experimentó las siguientes fases:
1. Confusión. "¿Cómo?... ¿que si hago fotos en vuestra boda?... Sí, claro, llevaré la cámara... ¿cómo?... ¿pero os referís a que vaya con el fotófrago a sacar más fotos?... ¿cómo?... ¿que no hay fotógrafo?... ¿que yo seré el fotófrafo?"
2. Negación. "¿Qué?... ¿qué haga yo las fotos?... Estáis locos... Pero si no tengo ni idea... No, no, no, no"
3. Negociación. "Pero... si salen mal... Pero... a los invitados y eso, no ¿no?... Sólo fotos a vosotros en plan informal..."
4. Aceptación. "Joder, qué marrón. Me voy a preparar esto a fondo... Tengo que llevar a limpiar el objetivo... Hacer pruebas... Releerme el manual de la cámara... Un tutorial muy bueno que ví... ¿dónde estaba?..."
Y llegó la semana de la boda y no había hecho ninguna prueba, ni me había releido ningún manual, ni había llevado a limpiar la cámara... Nervios.
Y así, con esta preparación, llegó el día de la boda. Y yo con la mochila, el cargador, la cámara y... toda la parafernalia que llevamos las chicas a una boda: Vestidito, tocado y melena al viento y tacones... el mejor equipo para hacer fotos.
Y empezó la boda. Y la novia hizo su entrada triunfal en la capilla y mi flamante cámara justo en ese momento y no en cualquier otro, decidió bloquearse... En ese momento mi mente rozó el filo de la locura. No sabía si salir corriendo de allí, pedir que pararan la ceremonia hasta que lo arreglara o qué...
Con las manos temblorosas y una gota de sudor frío recorriendome la frente y echando a perder mi maquillaje, conseguí sacar la batería, volverla a meter y... funcionó, a tiempo de seguir a los novios hasta el altar y fotografiar la ceremonia...
Después llegó el momento de la salida de los novios... Arroz, pétalos, bailes... Fotos de los novios... y de los cien invitados que para ese momento ya me habían fichado como la fotófrafa oficial y que fueron pasando en pequeños o grandes grupos delante de mi objetivo. Y yo histérica. Qué difícil captar bien a tanta gente que se mueve tanto!
Y finalmente, llegó el mejor momento... la oportunidad de estar a solas con los novios, paseando tranquilamente mientras les fotografíaba con sus caras más félices _aunque todavía con la responsabilidad y el miedo de que no se salvara ninguna foto_.
Tras el reportaje, vino el banquete, el baile, las copas... Y las fotos fueron empeorando según avanzaba el día... y la noche, porque llegado un momento decidí dejar de trabajar y disfrutar del buen vino!
Si alguien me volviese a pedir lo mismo no sé que diría _seguramente que sí, porque no se le puede decir que no a un amigo_, pero como valoración global, a pesar de los nervios y del engorro de combinar una mochila con un vestidito de encaje, creo que, aunque ellos crean que fue al revés, me hicieron un gran favor dejándome disfrutar de esa experiencia.