Personas que querrías, que necesitarías, tener cerca y no son más que una foto espiada a escondidas. Caras que deberían resultarte familiares, y que cada vez se te antojan más irreales, más lejanas. Distancia que no se mide en kilómetros, sino en lágrimas. Las que derramas y las otras, las peores, las que se te van quedando dentro, cuando aprietas los dientes, cierras los puños y te escondes tras esa máscara de indiferencia e ironía que se empieza a confundir ya con tu cara.
Lo que no nos mata, nos hace más fuertes. Y más fuerte te ha hecho cada lágrima que te has tragado, cada palabra que te has callado, cada abrazo que no has dado. Y así sigues, con toda tu fuerza, con tu supuesta indiferencia, con tu ironía y con tu máscara, espiando fotos y tragando lágrimas.