esa otra que soy yoesa otra que soy yo

27/1/21

renacida [poemas]

Dejé de desnudarme frente a los espejos.
La cámara ya no dibujaba los límites de mi piel.
Me perdí en alguna curva 
del laberinto oscuro 
que recorre mis entrañas,
ahogué el impulso,
olvidé la sed.
No me sirven ya los viejos mapas,
sólo hay tierra quemada a mis espaldas.
Y esta furia renacida,
este miedo confundido
con el deseo feroz
de devorar la vida,
antes de que ella me devore a mí.

22/1/21

«Tea Rooms. Mujeres obreras», de Luisa Carnés [mis lecturas]

«Tea Rooms. Mujeres obreras»
Luisa Carnés
Editorial Hoja de Lata
256 páginas
«Tal vez alimenta la tesis de que la única nobleza del globo la constituye la casta de los oprimidos, y le enorgullece pertenecer a ella».

Así habla Luisa Carnés a través de la reflexión de uno de sus personajes, femeninos en su mayoría, de esta novela coral y social. Ahí se posiciona, en ese cierto orgullo de quien pasa dificultades en la vida y lucha por salir adelante. Carnés habla desde la clase trabajadora para la clase trabajadora. 

«Aquí, las únicas que podrían emanciparse por la cultura son las hijas de los grandes propietarios, de los banqueros, de los mercaderes enriquecidos; precisamente las únicas mujeres a quienes no les preocupa en absoluto la emancipación, porque nunca conocieron los zapatos torcidos ni el hambre, que engendra rebeldes».

Y no sólo habla como clase trabajadora, habla como mujer para las mujeres. Quizá por eso me ha gustado el libro, porque impacta directamente en mis bases, porque interpela a mi orgullo de clase y a mi conciencia feminista. Impacta en mis bases y las hace tambalearse: Han pasado 87 años desde la publicación de «Tea Rooms» y sigue dolorosamente vigente. 

Carnés hace un retrato al óleo de la sociedad de su época, sirviéndose del reducido espacio de la sala de té donde entran, salen, viven, sufren, sueñan e incluso mueren sus personajes: Los albores del sindicalismo, la lucha obrera, las desigualdades sociales, la precariedad, el hambre, las reducidas opciones vitales de las mujeres (matrimonio, convento, trabajos decorosos y sacrificados, prostitución), los abortos ilegales, la determinación de algunas personas por salir adelante, la mezquindad de otras.

Con un manejo del lenguaje exquisito y vanguardista (al que le reconozco el valor, pero que ha sido lo que menos me ha enganchado del libro), «Tea Rooms» es un relato costumbrista. Como en una función de teatro, nos asomamos a lo que ocurre en ese salón de té durante un tiempo breve; la acción está iniciada cuando se abre el telón y continuará cuando se cierre. Y nos dejará, o nos dejará sólo a quienes compartimos las mismas bases, un puñado de buenas reflexiones dando vueltas en nuestras cabezas.

«¿Hasta cuándo? ¿Es que «esto» va a ser eterno? ¿Esta lucha del hombre contra el hombre, del hermano contra el hermano?»

Reflexiones vitales y la pesada sensación de que la sociedad ha evolucionado mucho pero no ha cambiado tanto. Las dimensiones de los «salones de té» en los que estamos encerradas hoy en día son mayores ya para muchas, pero el encierro continúa. 

«Ahora, ante la mujer se abre un camino nuevo… […] Ese camino nuevo, dentro del hambre y del caos actuales, es la lucha consiente por la emancipación proletaria mundial».

«¿Cuándo será oída su voz?» Una última pregunta para cerrar el libro, que sigue en el aire. La suya, la de Luisa Carnés, al menos, ha dejado de estar silenciada. Mujer y republicana, exiliada tras la guerra, el peso de la historia escrita por los vencedores en masculino, la sepultó. Hacer justicia es reivindicarla, leerla, incluirla como se merece en la historia de nuestra Literatura.

21/1/21

«Un río en la oscuridad. La huida de un hombre de Corea del Norte», de Masaji Ishikawa [mis lecturas]

«Un río en la oscuridad. 
La huida de un hombre de Corea del Norte» 
Masaji Ishikawa

Editorial Capitán Swing
176 páginas
De este libro, como de Corea del Norte, no se sale. Uno se adentra en su lectura con la facilidad de estar leyendo un texto sencillo de un escritor sin más pretensión que la de contar su historia, sin artificios de lenguaje, sin sutilezas. Y así, casi sin darte cuenta, te enredas en una historia de vida tremenda, incomprensible, dolorosamente injusta. 

«Un río en la oscuridad» son las memorias de Masaji Ishikawa, en las que relata las penurias que atravesó su familia a su llegada a Corea del Norte, y su posterior huida. Unas memorias que suenan lejanas, antiguas, como algo que debería haber quedado atrás en nuestra sociedad civilizada. La crudeza de la historia y su vigencia te confrontan con la desigualdad de la sociedad en la que vivimos, con la ruindad del género humano al que pertenecemos.

«Me recordó en qué consistía el ser humano. Y acabé por reconocer que, con independencia de lo complicada que fuese la realidad, no debías dejarte vencer. Tenías que mantener una voluntad fuerte. Tenías que evocar lo que en el fondo de tu ser sabías que era lo correcto y actuar en consecuencia».

Es un libro que te hace ir más allá de su lectura. Tanto en reflexión interna (sobre lo que somos, lo que somos capaces de hacer, lo que significa realmente la palabra resiliencia), como en búsqueda de información externa. Si llegas al libro, como en mi caso, con muy poco conocimiento de la historia de Corea, sientes inevitablemente la necesidad de leer más, de saber qué ocurre, de posicionarte. 

«La metimos en el ataúd. Intenté cerrar la tapa con un martillo, pero los estúpidos clavos eran de mala calidad y no entraban rectos. Para mí, eso lo decía todo». 

No es una historia con final feliz, como no lo es la propia historia del país, pero merece la pena ser leída y difundida. Las voces silenciadas de quienes han vivido y viven, como Ishikawa y su familia, el horror de un régimen totalitario y devastador, lo merecen.

20/1/21

«Hôzuki, la librería de Mitsuko» de Aki Shimazaki [mis lecturas]

«Hôzuki, la librería de Mitsuko»
Aki Shimazaki
Editorial Nórdica Libros
128 páginas

Suelo subrayar frases cuando leo. Las especialmente bellas, las que me hacen reflexionar, las que me generan rechazo. No hay ninguna subrayada en «Hôzuki, la librería de Mitsuko». Entre por la primera página, salí por la última y cerré el libro. La historia engancha, está bien escrita, está bien resuelta. Se lee del tirón. El relato te va llevando de la mano y atando los cabos sueltos, sorprendentes en un inicio, previsibles al final.

A pesar de que Aki Shimazaki es canadiense, su origen japonés queda claramente patente en su forma de narrar y en los toques de pensamiento mágico de lo que narra. Y esa pátina japonesa está llevada también al diseño en esta cuidada edición de Nórdica: La imagen de cubierta, de Hasui Kawase, es magnífica, invita a la lectura desde la portada.

La maternidad, la adopción, los lazos familiares: Shimazaki se sirve de la trama para tocar temas profundos, sin profundizar en ellos. Describe de una forma muy aséptica, precisa, y a la vez muy bella, la historia de los personajes y sus relaciones, y deja al lector el peso de la reflexión sobre todo lo que no se nombra.

19/1/21

«Ru», de Kim Thúy [mis lecturas]

«Ru»
Kim Thúy

Editorial Periférica
200 páginas
El efecto que nos causan los libros que leemos dependen en gran medida del momento en el que llegan a nosotros. «Rú», con su arrullo, con su delicadeza, con su tempo lento, se insertó en mi frenesí vital, entre una lectura y la siguiente y demasiadas cosas en la cabeza.

Quizá por eso, la belleza de sus pasajes, la sutil forma de narrar de Kim Thúy, no consiguió traspasar del todo mi barrera de atención y el cansancio ganaba la batalla en muchas páginas. A pesar de ser una novela breve, tardé en leerla. La terminé con un desdén injusto, más achacable a mí que al libro. Prueba de ello, son las frases que dejé subrayadas al leerlo, que son muchas y muy bellas. 

«No conocíamos aún el precio del tiempo, su justo valor, su gran escasez».

«Alguien me dijo que los vínculos se tejen con las risas, pero más aún compartiendo, con las frustraciones de compartir».

«… no había envejecido antes de morir. Había detenido el tiempo al seguir divirtiéndose, viviendo hasta el final con la ligereza de los jóvenes adultos».

«Rú» es poesía en prosa, es un canto a la vida, es mostrar la resiliencia sin mostrar el combate, es enseñar el dolor sin la mueca que provoca, y es, sobre todo, una reflexión lúcida sobre el paso del tiempo, los lazos afectivos, y la maternidad, despojados de los convencionalismos que suelen acarrear estos temas.

«Me gustan los hombres del mismo modo, sin desear hacerlos míos. Así soy para ellos una entre otras, sin un papel que desempeñar, sin existir. No necesito su presencia porque no echo en falta a la gente ausente. Son siempre sustituidos o sustituibles. Si ellos no lo son, lo son mis sentimientos hacia ellos. Por esa razón prefiero a los hombres casados, con alianzas en las manos. Me gustan esas manos en mi cuerpo, en mis pechos. Me gustan porque, a pesar de la mezcla de olores, a pesar de la humedad de su piel en la mía, a pesar de la embriaguez, a veces, esos anulares con historia me mantienen alejada, aparte, en la sombra».

«Juntos, esos hombres me enseñaron a estar enamorada, a ser una enamorada, a desear el estado amoroso. Sin embargo, fueron mis hijos quienes me enseñaron el verbo «amar», quienes lo definieron».

«Mis hijos me dieron el poder exclusivo de soplar una herida para hacer desaparecer el dolor, de comprender palabras no pronunciadas, de poseer la verdad universal, de ser un hada».

18/1/21

mis lecturas

«En cuanto acaba el libro y lo cierra, ya lo ha olvidado por completo. De modo que observa un instante la cubierta, con curiosidad, y acto seguido, busca la primera página y empieza a leerlo». Tengo un imán en el microondas con este microrrelato de Quim Monzó. Me representa. Leo y olvido a la misma velocidad. Suele quedar en mí la impronta que me causa una lectura. Sé si un libro me gustó mucho, poco, nada, pero no logro retener mucho más la mayoría de las veces, pasado el tiempo. 

Para ayudarme a fijar mejor los recuerdos y para compartir la maravillosa experiencia de la lectura, llevaba tiempo rumiando la idea de escribir una pequeña reseña de los libros que voy leyendo.

El magnífico Club de Lectura Libre organizado por Libreramente y el Teatro Barakaldo, y dinamizado por Bego R. Orbezua, en el que participo desde hace unos meses, ha sido el revulsivo que necesitaba para dejar de pensar y pasar a la acción. Empezaré pues por los cuatro primeros libros que hemos leído en el Club. Sobra decir que es una experiencia más que recomendable. 


15/1/21

por más que... cómo no

Cómo no va a afectarnos tanto sufrimiento alrededor, tanta incertidumbre, tantas ganas de vivir encerradas bajo llave.

Cómo no va a afectarnos perder la libertad, las sonrisas, el contacto, intentar controlar lo incontrolable, cada acto propio y ajeno, a cada instante.

Cómo no va a afectarnos la injusticia, la impunidad, la falta de solidaridad de algunos, la irresponsabilidad de otros tantos.

Por más que tengamos suerte, que estemos bien, que libremos la bala otra ronda de disparos.

Por más que tengamos refugio, comida, trabajo.

Por más que nos empeñemos en la alegría, en el vaso medio lleno, en la certeza de que esto también pasará, en todo lo bueno que creamos.

Por más que... Cómo no.

Pasamos de la risa al llanto. Del continuar como si nada, al bloqueo inesperado. Del llanto a la risa de nuevo. Nos bloqueamos y continuamos. Continuamos y nos bloqueamos.

Y menos mal. Menos mal que nos movemos entre la risa y el llanto. Si no fuese así, no seríamos humanos.

5/1/21

a la deriva [ficciones]

Después de este año terrible, lo único que me faltaba era terminarlo así, varada en mitad del océano. Hemos perdido la comunicación por radio y apenas hay espacio en esta pequeña embarcación para los tres que hemos conseguido mantenernos a flote. Restos de una bolsa de patatas fritas y medio zumo caliente con la pajita perdida en el interior del envase son todos los víveres de los que disponemos hasta que llegue el rescate. Si llega. No sé cuánto tiempo llevamos aquí. Casi sin darme cuenta, me estoy deslizando, poco a poco, hasta el borde de la barca... 

_¡Cuidado! ¡Tiburones!

Mi hijo tira de mí con fuerza para rescatarme. 

_No puedes salirte de la manta, mamá, si tocas la alfombra, te comen los tiburones.

Y se come otra patata frita, mientras seguimos a la deriva, esperando el fin de año en el salón.

[Microrrelato escrito para el concurso de cuentos navideños #unaNavidaddiferente]