La cámara ya no dibujaba los límites de mi piel.
Me perdí en alguna curva
del laberinto oscuro
que recorre mis entrañas,
ahogué el impulso,
olvidé la sed.
No me sirven ya los viejos mapas,
sólo hay tierra quemada a mis espaldas.
Y esta furia renacida,
este miedo confundido
con el deseo feroz
de devorar la vida,
antes de que ella me devore a mí.
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