esa otra que soy yoesa otra que soy yo

19/1/21

«Ru», de Kim Thúy [mis lecturas]

«Ru»
Kim Thúy

Editorial Periférica
200 páginas
El efecto que nos causan los libros que leemos dependen en gran medida del momento en el que llegan a nosotros. «Rú», con su arrullo, con su delicadeza, con su tempo lento, se insertó en mi frenesí vital, entre una lectura y la siguiente y demasiadas cosas en la cabeza.

Quizá por eso, la belleza de sus pasajes, la sutil forma de narrar de Kim Thúy, no consiguió traspasar del todo mi barrera de atención y el cansancio ganaba la batalla en muchas páginas. A pesar de ser una novela breve, tardé en leerla. La terminé con un desdén injusto, más achacable a mí que al libro. Prueba de ello, son las frases que dejé subrayadas al leerlo, que son muchas y muy bellas. 

«No conocíamos aún el precio del tiempo, su justo valor, su gran escasez».

«Alguien me dijo que los vínculos se tejen con las risas, pero más aún compartiendo, con las frustraciones de compartir».

«… no había envejecido antes de morir. Había detenido el tiempo al seguir divirtiéndose, viviendo hasta el final con la ligereza de los jóvenes adultos».

«Rú» es poesía en prosa, es un canto a la vida, es mostrar la resiliencia sin mostrar el combate, es enseñar el dolor sin la mueca que provoca, y es, sobre todo, una reflexión lúcida sobre el paso del tiempo, los lazos afectivos, y la maternidad, despojados de los convencionalismos que suelen acarrear estos temas.

«Me gustan los hombres del mismo modo, sin desear hacerlos míos. Así soy para ellos una entre otras, sin un papel que desempeñar, sin existir. No necesito su presencia porque no echo en falta a la gente ausente. Son siempre sustituidos o sustituibles. Si ellos no lo son, lo son mis sentimientos hacia ellos. Por esa razón prefiero a los hombres casados, con alianzas en las manos. Me gustan esas manos en mi cuerpo, en mis pechos. Me gustan porque, a pesar de la mezcla de olores, a pesar de la humedad de su piel en la mía, a pesar de la embriaguez, a veces, esos anulares con historia me mantienen alejada, aparte, en la sombra».

«Juntos, esos hombres me enseñaron a estar enamorada, a ser una enamorada, a desear el estado amoroso. Sin embargo, fueron mis hijos quienes me enseñaron el verbo «amar», quienes lo definieron».

«Mis hijos me dieron el poder exclusivo de soplar una herida para hacer desaparecer el dolor, de comprender palabras no pronunciadas, de poseer la verdad universal, de ser un hada».

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