esa otra que soy yoesa otra que soy yo

29/9/09

el hallazgo [ficciones]

Llevaba ya demasiado tiempo siguiendo las órdenes de padre, para ser un niño, cuando pasó Kerala por allí. Por un momento dudó, pero la piedra en su mano, su posición privilegiada junto al muro y Kerala completamente absorto en no derramar el agua del cubo que trasportaba, eran demasiadas tentaciones para un niño castigado.
Lo pensó sólo un segundo y, antes de darse cuenta, la piedra rebotaba en la cabeza de su amigo, quien instintivamente soltó el cubo para llevarse las manos al lugar en el que había recibido el golpe. Con un gesto de dolor y todavía frotándose la cabeza, Kerala giró sus pies sobre un charco de agua y vio a Quino riéndose a sus anchas. Tenía en su torso marcas del castigo que probablemente su padre le habría impuesto por alguna otra travesura de las suyas y permanecía de rodillas junto al muro, cumpliendo todavía con su penitencia. Y aún así, le había tirado aquella piedra… Y aún así, reía. El dolor de Kerala se transformó en rabia y comenzó a correr hacia el muchacho. Saltó sobre él y los dos se enzarzaron en una acalorada pelea bajo el sol de mayo.
El temblor les sorprendió en medio de la refriega. Ambos cayeron de bruces, sorprendidos por la sacudida. Poco después llegó el sonido. Y poco después, el miedo. Dirigieron instintivamente su mirada hacia la gran estructura de piedra que descansaba impasible en el centro del Gran Templo, pero no obtuvieron respuesta. No encontraron ninguna señal en ella y sin embargo, a lo lejos, la Gran Montaña había despertado…
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Comenzó a arar la tierra blasfemando, renegando de aquella mala suerte que le había llevado a conseguir las tierras más secas de la zona… Bien poco podría cosechar en ellas… Sin embargo, aquellas tierras eran todo lo que le quedaba y pondría todo su empeño en sacar adelante con ellas a su familia.
El Sol no le daba tregua. El sudor perlaba su cara, resbalaba por su frente y le nublaba la vista. Llevaba horas faenando y apenas había avanzado nada. Pensó en hacer un descanso y justo entonces lo notó. Algo duro le impedía seguir arando. Malhumorado por encontrar chatarra en aquella tierra seca con que le había castigado el cielo, se arrodilló en el suelo dispuesto a desenterrarla. Pero aquello no era chatarra… Al principio parecía sólo un gran pedazo de piedra, pero al ir desenterrándola, de la tierra surgió lo que parecía una cara. Unos ojos negros y fijos le miraban desde el centro de un rostro impasible…
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Meses más tarde, Samuel contemplaba pensativo cómo habían cambiado sus tierras desde el hallazgo. Pensaba que aquello se asemejaba cada vez más a la torre de Babel, con todas aquellas lenguas mezcladas, aquellos rostros extraños provenientes de tierras de cuya existencia él no había oído hablar hasta entonces, que querían estudiar su piedra.
La erupción de un volcán… una ciudad más antigua que el tiempo… Poco le habían explicado aquellos hombres que habían venido de tan lejos y a los que apenas entendía, pero que estaban dispuestos a pagar por acceder a sus tierras…
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Cuando regresó, años más tarde, Samuel se estremeció ante la visión de la que había sido por poco tiempo la tierra seca de la que debía sacar su sustento. Apretó instintivamente la mano de su mujer y su hijo y parpadeó varias veces creyendo que se trataba de un espejismo.
_Allí… allí estaba…_ balbuceó, señalando el lugar donde tiempo atrás se encontraba la pequeña caseta que le servía de refugio y donde guardaba sus herramientas, y donde ahora un enorme cráter dejaba ver una extraña estructura circular formada por enormes columnas.
_Creemos que era un templo, un lugar de adoración; en el centro, orientado al Sol, estaría ubicado el tótem que encontraste…_ le espetó el hombre que les acompañaba, al percatarse de la dirección de la mirada atónita de Samuel. _Ahora estamos trabajando con lo que parecen restos de seres humanos, tal vez niños; cada día encontramos más material, hay mucho trabajo por hacer aquí… sin quererlo, hiciste un gran hallazgo, Samuel…_

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