Aprendí a no salir en tus fotos,
a no esperar tu llamada los domingos,
a reír sin tu risa,
y a dormir sin tu abrigo.
Aprendí a no volar cometas contigo,
a seguir mi propio camino,
a no preguntarme por el tuyo
y a no sufrir con tu silencio maldito.
Aprendí que eras de otros.
Aprendí que no quieres estar conmigo.
Aprendí que no me dueles.
Y cada noche me lo repito.
Pero llegas a veces y te veo sonreír,
y se me olvida todo lo aprendido.
No aprendo…
Porque daría mi suerte por tenerte
una noche más soñando conmigo.
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6 comentarios:
Algún día desaparecerá una sonrisa, y será más fácil mantener lo aprendido. Ya lo sabes... soy fan tuyo! Me encanta
Me has hecho polvo. Ya lo estaba superando. O eso creía.
Juan, lo malo es que en el fondo también duele que desaparezca esa sonrisa, aunque quizá sea lo mejor que nos puede pasar... Gracias por las palabras.
Anónimo, siento de veras que mis palabras duelan. Intento sacar lo que llevo dentro sin pensar que puede herir a quien lo lee. Ánimo y un abrazo.
Las sonrisas nunca deberían desaparecer.
Quizás si significar cosas diferentes según que momento.
Pero, ¿por qué mandar al infierno algo tan mágico, con tanto poder y tan simple como una sonrisa?
Todo, que es nada, sucede.
Nada, que es todo, pasa.
No desesperes. La vida siempre sigue, contigo o sin ti, tú decides.
¡Animo!
Ah, qué punzadas.
Muchas gracias, David, bonitas palabras y cargadas de ese optimismo que tanta falta hace!
LunáticaSuicida, siento las punzadas... Un beso.
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