He pecado. Lo confieso.
Pecado por querer a un hombre
a la vez que amo a una hembra.
A él le amo durante el día,
pero cuando la noche se acerca,
silenciosa y frágil, llega ella.
Sonríe, se desnuda y baila.
Hasta mi se acerca y me acaricia,
mientras mueve, lentamente, sus caderas.
La noche ya es sólo nuestra,
y ella sólo mía,
y sólo suya mi esencia.
Cuando el primer rayo de luz
entra por mi ventana,
nos encuentra a las dos rendidas y abrazadas.
Tan unidas ya que un solo cuerpo
formamos la Poesía y yo.
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