La eterna juventud de la vejez
y el amor contado en años.
Él la besaba, bello y largo;
y alababa su pelo de oro,
sus enormes ojos,
sus tibias manos.
Y ella sonreía, por lo bajo.
La amaba y reían juntos, enamorados.
El tiempo, siempre el tiempo, envenenado,
se enamoró de ella y, celoso,
lo apartó de su lado.
Pero ella no amaba al tiempo,
aunque éste se durmió en su regazo:
se apoderó de ella, de su mente, de sus manos.
El tiempo envenenado la envenenó,
enajenó sus cabellos blancos.
Y ella, enfadada, se entregó.
Cambió el presente y el porvenir
por sus recuerdos pasados:
y en ellos se durmió, entre sus brazos.
Nadie podrá ya conversar con ella
porque ella vive con él, en el pasado.
El tiempo, asesino, nos los robó:
primero a él de un golpe,
y después a ella, paso a paso.
Pero no conseguirá el tiempo su amor;
porque él la espera,
quizá en alguna estrella,
y ella vive, mientras poco a poco su luz se apaga,
feliz, creyendo estar todavía entre sus brazos.
[A Rafael y Griselda, mis abuelos, que tanto se amaron]
4 comentarios:
Precioso!
Muy sentido...
Besos
Así se entiende mucho mejor la capacidad para amar tanto a las personas... que suerte que hayas encontrado a Asier para darle todo ese amor y que él te lo dé a ti
Alkerme, gracias por tus palabras. Helena, es verdad, no sabes la suerte que he tenido de encontrarle... Doy las gracias cada día... no sé a quién o a qué, pero las doy... :)
No lo había leido hasta ahora!! Siempre te digo lo mismo Impresionante
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