La soledad que devuelven los espejos,
la tristeza que vomitan los diarios,
el tedio de los días de lluvia con paraguas,
esta indiferencia que se lamenta pero no cambia...
Como una sombra negra en las entrañas.
La cabeza que no para,
el qué vendrá después,
el cómo haremos frente a la desgracia,
los porqués que cortan como una daga...
Y esta sombra negra extendiéndose como una plaga.
Se enredan unas noches con otras,
los días se empañan,
ya no sé si el tiempo va demasiado deprisa,
o se estanca...
Y entonces, tu calma.
Tu calma,
como una bandera blanca en el campo de batalla,
como la mano al borde del precipicio,
como el norte de todos mis mapas.
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1 comentario:
pues mi opinión es.. que qué gran suerte tener esa calma.. :) y felicidades por el poema
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