La pérdida
Estaba sentado de espaldas a la puerta de la cocina, cabizbajo, el pelo ligeramente revuelto, la bata de cuadros fuertemente anudada alrededor de una cintura demasiado estrecha para la altura que se le asumía. No se giró cuando entraron. Tampoco al oír su nombre. Cuando le ayudaron a incorporarse, simplemente giró su cabeza e hizo una mueca que no logró corresponder con ningún sentimiento. La mirada vacía cuando sus ojos coincidieron. Su compañero le ayudó a salir de la cocina y después de la casa. Él se quedó aún un rato más observando la escena desplegada sobre la mesa, mientras oía sus pasos alejarse escaleras abajo. Una vida en imágenes de bordes raídos y nombres desgastados por la memoria. Se imaginó a sí mismo ordenando sus recuerdos, en un intento desesperado por retenerlos como hacía aquel hombre. Aquellos álbumes no eran los suyos, pero se reconocía en ellos. Se estremeció. Instintivamente dirigió su mano a la cartera donde llevaba las fotos de su mujer y sus hijos. Lamentó no llevar ninguna de sus padres. Estaba pensando en ponerle remedio a eso cuando la voz de su compañero desde la puerta lo devolvió a la realidad. Echó un último vistazo a las fotos. Quizá de todas las pérdidas, la de la memoria es la peor, pensó, puta vida. Giró sobre sus pies, apretó los dientes y se dispuso a ejecutar el desahucio.
Estaba sentado de espaldas a la puerta de la cocina, cabizbajo, el pelo ligeramente revuelto, la bata de cuadros fuertemente anudada alrededor de una cintura demasiado estrecha para la altura que se le asumía. No se giró cuando entraron. Tampoco al oír su nombre. Cuando le ayudaron a incorporarse, simplemente giró su cabeza e hizo una mueca que no logró corresponder con ningún sentimiento. La mirada vacía cuando sus ojos coincidieron. Su compañero le ayudó a salir de la cocina y después de la casa. Él se quedó aún un rato más observando la escena desplegada sobre la mesa, mientras oía sus pasos alejarse escaleras abajo. Una vida en imágenes de bordes raídos y nombres desgastados por la memoria. Se imaginó a sí mismo ordenando sus recuerdos, en un intento desesperado por retenerlos como hacía aquel hombre. Aquellos álbumes no eran los suyos, pero se reconocía en ellos. Se estremeció. Instintivamente dirigió su mano a la cartera donde llevaba las fotos de su mujer y sus hijos. Lamentó no llevar ninguna de sus padres. Estaba pensando en ponerle remedio a eso cuando la voz de su compañero desde la puerta lo devolvió a la realidad. Echó un último vistazo a las fotos. Quizá de todas las pérdidas, la de la memoria es la peor, pensó, puta vida. Giró sobre sus pies, apretó los dientes y se dispuso a ejecutar el desahucio.
Fotografía: Javier Pedreira [Wicho]
Texto: Asun Martinez Ezketa [Esaotra]
Proyecto: #12Fotos12Historias
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