El Sol no se veía,
lo ocultaban las montañas.
Mis piernas temblaban,
mi cerebro flaqueaba.
Lento ascenso con la vida a mis espaldas.
Y ante mis ojos la oscuridad del bosque,
la pared de la montaña.
Mis dedos cortados por la piedra.
La dureza contra mis vísceras restregada.
Voy a caer, caer, caer...
El eco de la niebla,
el oxígeno puro quemando mis entrañas.
El último aliento de mi vida,
y la cima de la montaña.
El Paraíso bajo mis pies
y yo el Dios de la mañana.
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