esa otra que soy yoesa otra que soy yo

12/1/08

vishnú [relatos]

Llevaban tanto tiempo esperando aquello que su mente rozó por un momento la locura, incapaz de asimilar el hecho, de comprender por qué los dioses, después de escuchar sus súplicas y tener a bien otorgarles el don de la vida, les castigaba de una forma tan cruel.

Tras el frenesí, las lágrimas y los lamentos, llegó el tiempo de pensar con frialdad y buscar la enmienda a aquel castigo divino. Ambos decidieron que sería lo mejor, que aquello era la prueba de que estaban ya condenados al sufrimiento en la otra vida y que lo único que les restaba era evitar el repudio en ésta.

Así, con lágrimas en los ojos, la mujer entregó al recién nacido envuelto en mantas, como intentando ocultar su vergüenza, y quedó rezando a los dioses mientras su marido acaba con aquello.

El hombre caminaba decidido hacia el río, intentando acallar inútilmente el llanto del chiquillo, que parecía predecir con sus escasas horas de vida, que su muerte estaba ya cercana. Caminaba decidido y sin embargo, al llegar el momento le tembló el ánimo. Sacó de entre las mantas al que era, a pesar de todo, su hijo y apartó la vista consternado, negando con la cabeza, sin comprender aún cuál había sido su afrenta para haber recibido en recompensa aquel monstruo como hijo.

Cuando llegó a su casa, su mujer le esperaba ya con todo dispuesto. Ambos emprendieron su viaje a la otra vida, uno creyendo que el fruto de su amor y su pecado había dejado ya de existir en aquel río, y otro esperando que la crecida del agua en la marea alta lo durmiese en su fondo para siempre.

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Mientras firmaban los formularios aprobando la intervención, dejando al hospital exento de responsabilidades en todos los posibles riesgos, la mujer no pudo evitar pensar, aunque sabía que era una locura, en aquellas figuras que tantas veces había visto y que ya sólo formaban parte de antiguas creencias.

Rápidamente, apartó aquellas imágenes de su mente y entregó los papeles firmados al jefe de cirugía, quién le sonrió amablemente antes de dirigirse al quirófano donde su bebé perdería aquellos brazos que no podían ser otra cosa que un error de la naturaleza y que en otra época lo habrían convertido en un monstruo o en un dios para siempre.

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