A escasos metros del centro de la ciudad donde las casas coloniales, los restaurantes y los hoteles ofrecen a los turistas la cara más amable de Sucre, se encuentra el barrio de Alegría. Calles sin pavimentar, viviendas de adobe sin suministro eléctrico o agua potable, suciedad... el paisaje es ciertamente desolador. Como lo son también las historias de sus habitantes, familias sin recursos, muchas veces desestructuradas y con problemas que hacen que por momentos dejes de creer en la condición humana.
Y en medio del desastre, están ellos, los niños, verdaderos representantes del nombre de su barrio. A la llegada de la escuelita móvil, Alegría hace gala de su nombre a través de sus sonrisas. Por un ratito, los problemas se olvidan y las risas inundan las calles.
Esa va a ser mi mochila cuando vuelva a la comodiad de mi primer mundo. No he conseguido nada, pero me llevo ese ratito de alegría en la tristeza, de felicidad en la desgracia, de paz en la guerra, marcado a fuego en mi retina y en mi alma.
3 comentarios:
Sí has conseguido muchas muchas cosas. Sonreir al lado de los/as chicos/as, pasar un buen rato con ellos/as, crecer como persona, hacernos crecer a nosotros/as, demostrarles que hay gente a la que le interesan sus vidas y pasar tiempo con ellos/as, tener ganas de volver,... y mil cosas más...
Y qué recuerdos estas fotos... madre mía!! Recuerdos de cuando anduvimos por allí y de Perú... la foto con los ladrillos, como se repiten historias... da qué pensar...
Precioso nombre para un lugar...
Besos
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